Si alguno de los ideólogos de todo esto -Norman Mailer por ejemplo- pudiera descubrir que hoy en día ser hipster es lucir barba y camiseta de Swans, se comportaría como un carcamal convencido de que lo mejor ya se vivió. A nosotros, que de carcamales hemos sido acusados, nos encanta putear a los fotógrafos del Vice en los pogos porque a veces despertamos hipsters -pero hipsters de los de antes, claro- y consumimos exquisiteces sin límite, ya sea esos zapatos o estas canciones, que distinguen de forma apática a la gente que las utiliza fervorosamente. ¿Nuestra imagen hipster? La intimidad de lo antiguo, que de viejos verdes también hemos sido acusados.
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