Al principio puede parecer otra nana de folk adusto y huidizo que se esconde tras una voz de caramelo con sabor a mercurio, pero luego, después de escucharla tres mil veces, comprendes que uno tiene que maltratar muchas melodías preciosas, retorcerlas con ruido y acabar convirtiéndolas en ambient aislacionista e industrial soterrado si quiere dar con estos dos minutos de desolación coreable, tarareable, silbable y, aunque sea abrazados a un fantasma, también bailable. Toda la discografía de Grouper, harto incómoda y antipática, se redime en 'Living Room', desamparo recogido para toda la familia.
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