Imagínense el rincón lo más oscuro y apestoso que puedan, con ratas, vómitos y todo eso. Algo así como Burgos, exacto. Pues ahora imaginen que es habitable. ¿Gracias a qué? A las canciones, sí. Pero no todas, o no tantas, logran extraer el néctar de la mugre y volverse loco con bajo, coro y toneladas de misterio. Sin que importe la ubicación geográfica, pero sí la mental, los Zombies traen el paraíso, precisamente el sitio donde queremos seguir bailando.
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