Desde casi siempre, el éxito lo ha determinado la popularidad y no el talento. Es difícil explicar -y más aún entender- el camino desordenado que lleva hacia el estúpido reconocimiento actual. Vendría a ser algo así: no es que un artista sea bueno y luego actúe en el Sónar, más bien un artista actúa en el Sónar porque es bueno y punto. En el consumismo de hoy, la calidad del género no importa; el escaparate sí.
Maldito Mutante tocó igual de bien los botones en el Centro de Arte Mutuo que otros Dj's en emplazamientos más multitudinarios. ¿La diferencia? Un tipo con alma de máquina aleccionando a ritmo de cadena de montaje otra moral posible. Parecía decir: "Tenemos talento y pasamos de que el éxito nos dé la razón". Atocinados muta maldiciendo mientras escucha Psycho, el mayor martillo big beat desde aquellos noventa pastilleros.
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